La actriz Ivana Fernández reestrena "Chicharatas", en la que llevó al terreno teatral una historia real que le tocó vivir. Con mirada alentadora sobre aquello que acontece, llega al escenario de El Telón.
Decidió hacer algo con el dolor y la ausencia, algo más que llorar. Por eso transformó en obra de teatro la entrañable relación que tuvo con Marta, una tía del corazón que murió hace cinco años y que, en vida, siempre estuvo cerca y hasta le enseñó a tener una mirada especial sobre lo que acontece.
Con un material real, basado en su propia historia, la actriz Ivana Fernández se volcó a la escritura teatral y dio forma a “Chicharatas (o como se llame la vida)”, una pieza que tuvo su estreno antes de la pandemia de Covid y que ahora regresa a la temporada estival marplatense. En el escenario de El Telón (España 1839), se la podrá ver dos veces en enero (el 9 y el 23) y otras dos en febrero (el 6 y el 23), siempre a las 21.
Esta vez, la obra llega reescrita, ya que Fernández se tomó el trabajo de ajustar algunas escenas para que fuera más preciso el sentido de lo que deseaba mostrar. “Quería remarcar más la esencia del personaje de Marta, ya que tiene que ver con una persona que atravesó mi vida”, contó a LA CAPITAL antes del reestreno en El Telón.
La obra, en la que actúa Fernández junto con Mirta Chicharro en el rol de Marta, cuenta cómo fue “ese vínculo afectivo”: dos personas de diferentes edades que se eligieron como tía y sobrina y que también se hicieron amigas y se acompañaron.
“Yo nací en la casa de Marta, tuvimos un vínculo tan lindo, tan verdadero, era realmente hermoso, no había tensión y donde no hay tensión todo fluye. Entonces, en vez de llorar cuando murió decidí contemplar todo eso que me pasaba y canalizarlo a través de una obrita, una obra suena grandilocuente. Es una manera de recordarla”, contó sobre el disparador de la obra que dirige Luis Moretti.
“El director tuvo un excelente acompañamiento en todo este proceso porque no fue fácil, yo puse mucho de mí y él contempló todo lo que yo proponía. Eso quizás no lo hace cualquiera, tuvo esa generosidad”, contó.
“Marta era una mujer grande, murió a los 87 años“, indicó y recordó qué fue lo que le enseñó esa tía: “A tener una mirada más favorable de la vida, a contemplar todo lo que nos pasa de una manera positiva, a tener afecto en todo lo que uno emprende independientemente de que eso quizás a veces no te genera entusiasmo, a poder amigarte con la vida y con todas las experiencias que uno tiene que atravesar para bien o para mal. Ella era muy positiva, nunca se detenía en el pasado”.
“Era una persona sonriente, no sonreía de manera impostada, era espontánea y una sonrisa espontánea permanente es extraño. Eso es lo que yo percibía”, agregó la actriz, que tiene otras dos obras de su autoría.
Fernández destacó el parecido físico y de personalidad entre el personaje y la actriz, una sorpresa que suele dejarla perpleja. Así, aparece sobre el escenario “una línea muy delgada entre el personaje y la persona, no sé si estoy interpretando un personaje, quizá esté haciendo de mí, porque además muchos de los elementos de Marta están en escena, hay una carga emotiva bastante contundente”, describió.
-¿Cómo fue el proceso de escritura?
-Creo que tiene que ver más con una pulsión interna que con una capacidad para escribir. Yo escribi en dos oportunidades otras dos obras que también tenían que ver con experiencias de vida, es un aprendizaje constante porque la verdad es que una cosa es lo que uno plasma en el papel o lo que se imagina y después experimentarlo y teatralizarlo. El mensaje es diferente, por eso también pensé que estaba bueno reescribir porque sentía que algunas escenas quizás no se canalizaban de la manera que yo había imaginado. Tenía que ver con esto de la falta de conocimiento ante lo que es la dramaturgia. Todavía me falta muchísimo. En este caso puntual dije: “O me quedo en el recuerdo o le doy vida a eso que viví con esa relación”. Por eso intenté de alguna manera generar un mensaje positivo, pero positivo desde la verdad, siempre mirando para el futuro y no detenerse en la nostalgia, sin tener una mirada derrotista.
-¿Te llama hacer teatro a partir de historias verdaderas?
-La primera obra que escribí fue una comedia de humor negro basada en una herencia familiar, que es la historia de mi viejo. Y la segunda tuvo que ver con una relación tóxica, un vínculo afectivo que tuve con otra persona en el pasado. Y ahora en “Chicharatas” si bien es triste, la gente se va con una sensación extraña, positiva. Tiene algo alentador porque un poco de eso se debería tratar la vida, sino estaríamos todo el tiempo deteniéndonos en la frustración y en lo que no pudo ser. Son fantasmas con los que uno lucha.
El elenco se completa con Sandra Rodríguez en edición de sonido, imagen y producción, la escenografía es de Alejandra Villar y la asistencia en escena es de Romina Rodríguez.